En todas las familias hay pequeñas historias que merecen ser contadas. Este es el caso de Balbina y Encarnación, las tías paternas de mi abuela Victorina y su hermana Celsa.
Corrían los primeros años del siglo XX cuando Balbina y Encarnación se hicieron cargo de las pequeñas hijas de su hermano Bernardino, de 4 meses y 2 años respectivamente.
Como tantos gallegos y gallegas de aquella época, Bernardino y su esposa Josefa emigraron para ganar algún dinero y proporcionar a su familia una vida mejor.
Por supuesto, tal decisión fue tan inevitable como dolorosa y no solo afectó al matrimonio y las niñas.
La responsabilidad de quedarse a cargo de sus sobrinas, además de seguir cuidando de su propio padre, también marcó para siempre las vidas de Balbina y Encarnación, que nunca llegaron a casarse.
Sin embargo, y a pesar de la dureza de las circunstancias, su increíble destreza como tejedoras, su maestría trabajando el lino y su creatividad ante el telar las convirtió en referencia para muchas jóvenes de la zona, que encontraron en sus clases una auténtica salida profesional.
Buena prueba de tal legado, cuyo eco aún resuena fuerte en la leyenda familiar, son las numerosas piezas que yo misma, mis padres o mí tía atesoramos conservadas como auténticas obras de arte.
Precisamente uno de esos trabajos, una preciosa colcha con la que ganaron el Premio al mejor diseño y confección en Pontevedra allá por el 1900, preside parte de mi vida y mis sueños profesionales, y es sin duda la gran musa de esta colección tan personal.
Cinco chaquetas, cinco mujeres y cinco ejemplos de superación y vida.
Gracias a todas ellas por su influencia e inspiración.
A Balbina, Encarnación, Josefa, Celsa y Victorina…
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